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domingo, 27 de mayo de 2012

Historia de un trastornado que soñó ser rico para contar historias de pobres

HISTORIA DE UN TRASTORNADO QUE SOÑÓ SER RICO PARA CONTAR HISTORIAS DE POBRES

Trabajaba 23 horas al día en una pequeña industria azucarera al norte de Newhamshire fabricando pañuelos de papel cebolla.La vida daba muchas vueltas saben. Ahora mismo me encuentro en el club de caballeros en la calle Elm street frente al gran teatro nacional.
Sujeto una copa de coñac con una mano mientras con la otra hago gestos imponentes y de vez en cuando golpeo la mesa donde junto a mi se sientan los otros tres comensales. Todos como yo eran judios distantes y lucrativos.
Tanto ellos como yo teníamos un desafortunado amor por las servilletas azules y los pepinillos en vinagre.
Como les iba diciendo la vida me había cambiado mucho. Ahora que tenía dinero me había dado cuenta de las latas de harenque rojo no estaban tan buenas ni eran un manjar exquisito con el que deleitar a mis invitados. Dios mio nada que se conserve en lata puede merecer la pena, aunque ahora que lo pienso las alcachofas en lata no están tan mal.
El caso es que cuando uno es rico se puede permitir ciertos lujos como hablar de su pasado e incluso fardar de lo pobre que fue uno un día y a eso justamente es a lo que nos dedicabamos en el club de caballeros.
Y eso es lo que les voy a contar, porque aunque no sean ricos es preciso que conozcan mi historia.
Como les dije al principio, trabajaba 23 horas en aquella industria azucarera haciendo pañuelos de papel cebolla. Tenía una casa al borde del rio y un rio al borde de mi cama y una cama al borde del rio. En realidad solo tenía una cama, bueno y un peluche, un osito al que le faltaba una oreja y al que llame Obama, saben, no porque fuera negro sino porque le faltaba una oreja, no es que Obama no tenga oreja, pero bueno el oso de peluche tampoco es un oso y a nadie le importa. Bueno el caso es que por algún extraño motivo le puse de nombre Obama.
La fabrica azucarera estaba cerca de la industria de coches Ford que por aquel entonces seguía siendo la industria de coches Ford igual que ahora.
En aquella fabrica trabaja 23 horas al día sin contar las 9 horas que no trabajaba, tenía un mono azul y otro marrón al que le encantaban las manzanas y también un uniforme de trabajo que me había cosido alba, una de esas mujere jovenes y atractivas, que vivian al otro lado del rio y con la que había entablado una bonita amistad en la recolecta de Septiembre de la flor de la mostaza. A los dos nos encantaba la mostaza y bueno las crisálidas también, en realidad no, no me crean, nunca supe que es tal cosa, pero a ella le encataban y yo debía fingir que a mi también al menos si quería que siguiera cosiendo para mi aquellos uniformes.
El caso es que en aquella fábrica de mostaza ("no había dicho usted antes de azucar", me recriminaron los cuatro comensales allí presentes) así que rectifiqué esgrimiendo una absurda excusa de una enfermedad mental degenerativa que cojí tras un viaje al kilimanjaro en Suiza.
El caso es que aquellas 23 horas de trabajo en la fabrica de penicilina haciendo pañuelos de papel cebolla me habían trastornado, no saben lo duro que es levantarse dos horas antes de haberse levantado y acostarse dos horas después de haberse acostado. Aquella etapa de mi vida fue horrible, recuerdo que no comía más que cosas en lata, incluso de vez en cuando me comía las latas y algún pene cruzando la calle del barrio rojo.
Después de trabajar me gustaba echar un vistazo a las noticias en el periodico con la esperanza de encontrar a alguien peor que yo.
Un día ví un anunció que ponía "se busca cartero comercial". No se que diablos había hecho aquel cartero comercial, pero seguro que nada bueno, nada había peor que los carteros comerciales. Bueno si, esos gordos con gorras de los Detroit pistons y el bigote rubio asomando de su grasienta cara.
El caso es que...Saben no se contar historias de pobres, aunque me gusta compadecerme de lo mucho que sufrí hasta llegar a donde estoy, aunque nunca he tenido problemas, siempre fui rico....

"Muy bien chico, la próxima sesión es a las 7 pasado mañana" Me dijo el Dr. Zeikten que trataba mis trastornos, gracias a la seguridad social que me pagaba los tratamientos.
Trás salir de la consulta me dirigí a mi casa, una pequeña chabola al borde del rio donde viviamos yo y mis 6 hermanos.
Trabajaba 12 horas al día y tenía una enfermedad pulmonar debido al humo de la quema del carbón de la fábrica donde trabajaba.

Saben siempre me gustó imaginar una vida mejor, como sería si yo fuera rico y contará que alguna vez fuí pobre. Supongo que sería algo como lo que he contado.
Pero bueno nunca se sabe, es lo bueno del transtorno de personalidad, que todo lo que he contado puede ser verdad o mentira todo incluso que yo nunca existí.

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